domingo, 31 de diciembre de 2017

A Jesús

Amado Jesús:

(1)    Hace nueve años debí escribirte, agradecerte por mi vida a diez milímetros de perderla, alabarte desde entonces. No es posible entregarte la vida sin renunciarla antes. Buscamos revolucionarnos en muchos lados sin reconocer que para generar una revolución afuera, debemos primero crearla en nosotros;  no podemos hacer un cambio, una revolución si esta no ocurre en nuestro interior. Y no podré hacerla sin Ti. No quiero justificarme, porque no tengo cómo, por esos años en silencio, sin acto. Es posible que hayan tenido su razón de ser, la cual Tú sabes mejor que yo porque  me conoces.
     El río resuena con fuerza; un colibrí azul se posa en el agua y vate sus alas de regreso a su rama, entonces sé que me observas. El último año me has mostrado parajes que en mi distracción jamás encontraría, me has unido a amigos que sin Ti no hubiera encontrado. Oigo al río, cuya agua proviene del manantial que al hacerla correr la hace distinta cada vez, aunque el río sea el mismo río; así eres Tú, Jesús,  el mismo en todos en quienes habitas y en cada espíritu diferente. Me ha sido tan difícil entender que el Espíritu guía de distinta manera hacia un mismo fin. Entender que una planta puede 
(2)   nacer en la oquedad de un árbol caído y no hace falta cuestionarse los motivos.
(3)         En cada piedra tocada por el agua te escucho; su música me dice más de Ti que todas las palabras de mi vocabulario.
(4)     Conforme caen las cascadas de agua pienso en nuestra caída, en nuestra soberbia, la mía; en creernos con la suficiente soberanía para matarte. Ojalá tuviésemos la misma suavidad que el agua al caer, pero somos duros.
(5)      Perdóname, Jesús, por buscarte sin querer encontrarte, con un temor inadecuado o con rebeldía; pensándote lejos cuando estabas cerca y yo perdida en mi misma, en el mundo.
     Cuando venía al río con mi prima Esther; andar por las piedras río adentro era una alegría. Camino por el agua y voy con preocupación, hasta que recuerdo que eres Tú quien abre el camino. Qué tiempos niños aquellos recorriendo al río; mi padre terreno risa y risa con nuestra osadía. Contigo recuperaré  esa osadía.
(6)        Quiero adentrarme en tu amor, Amado, comprender a quien con libertad dependo; reconocerme en las batallas a las que en Tu ingenio me llamas.
(7)       Por alguna razón quise aferrarme al mundo, cuando tras años de parcial aislamiento entré en él. Ahora me doy cuenta que sólo apartados de él podemos acercarnos en verdad a él de una forma distinta, en Tú Verdad. Aunque queden silentes, desoladas las ruinas que construimos los humanos, el río suena.
(8)        Cuando converso contigo el sol nace en mí y sobre el río. Sus rayos dan claridad al agua. Quiero que Tus cascadas nazcan de mí el resto de mi vida.
(9)         Como las ovejas llegan tranquilas, sin pesares a pastar a orillas del río, como el becerro al trotar en el agua, encuentro la fidelidad, la confianza. Los humanos somos inseguros, hay algo por lo que dudamos con frecuencia. Jesús, cuidaré que mi fe sea firme, sin divagaciones; que seguirte sea mi seguridad, mi refugio, mi cambio. Hasta el fin de mis días corra Tu río en mi sangre. Quiero entender las notas del agua, para adorarte.
***
(10) Es el último día del año. Desde la banca del jardín veo los primeros brotes de las hojas de la higuera, veo al alcatraz blanco que inclina su belleza, y pienso en el otro jardín, el Tuyo, en mi adentro. Recuerdo algo de tu Palabra esta mañana: somos vasijas de barro de las que brota Tu luz; la luz también echa raíces.  También llega a mi memoria el segundo paraje de ayer en los Dinamos: el árbol caído en cuya oquedad nació una planta y te veo en el otro jardín, en mi adentro, el que pareció desierto en algún momento del año; sembrar plantas, árboles, flores nuevas. Te imagino en cada taller que somos cada ser humano al que has tocado y agradezco por la paz y la batalla que nos das; agradezco porque siento Tus manos, Tu Arte. 
    Agradezco por las comunidades que me has dado: el magisterio, la creación en danza o por escrito. Somos Tuyos libremente y esa es nuestra paz; eso es algo que quien no te conoce no entiende; nuestra paz es pertenecerte en libertad, sabernos parte de tu Justicia, saber que lo que Tú sabes, lo sabe el Padre y nos permite comunicarlo nuestro Espíritu. Cada uno de los que te seguimos somos uno solo: en Tu justicia, en Tu amor, en Tus propósitos: un solo organismo vivo. Somos vida en ese jardín; también cada año nos mueren y nacen hojas y frutos nuevos. Gracias, porque me has sembrado en Tu jardín de nuevo
.  

30 de diciembre de 2017 (Los Dinamos) 31 de diciembre de 2017 (Jardín de la casa)




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