Amado Jesús:
(1) Hace
nueve años debí escribirte, agradecerte por mi vida a diez milímetros de
perderla, alabarte desde entonces. No es posible entregarte la vida sin
renunciarla antes. Buscamos revolucionarnos en muchos lados sin reconocer que
para generar una revolución afuera, debemos primero crearla en nosotros; no podemos hacer un cambio, una revolución si
esta no ocurre en nuestro interior. Y no podré hacerla sin Ti. No quiero
justificarme, porque no tengo cómo, por esos años en silencio, sin acto. Es
posible que hayan tenido su razón de ser, la cual Tú sabes mejor que yo porque me conoces.
El río resuena con fuerza; un colibrí azul
se posa en el agua y vate sus alas de regreso a su rama, entonces sé que me
observas. El último año me has mostrado parajes que en mi distracción jamás
encontraría, me has unido a amigos que sin Ti no hubiera encontrado. Oigo al
río, cuya agua proviene del manantial que al hacerla correr la hace distinta
cada vez, aunque el río sea el mismo río; así eres Tú, Jesús, el mismo en todos en quienes habitas y en cada
espíritu diferente. Me ha sido tan difícil entender que el Espíritu guía de distinta manera hacia un mismo fin. Entender que una planta puede
(2) nacer en la oquedad de
un árbol caído y no hace falta cuestionarse los motivos.
(3) En cada piedra tocada por el agua te
escucho; su música me dice más de Ti que todas las palabras de mi vocabulario.
(4) Conforme caen las cascadas de agua pienso
en nuestra caída, en nuestra soberbia, la mía; en creernos con la suficiente
soberanía para matarte. Ojalá tuviésemos la misma suavidad que el agua al caer,
pero somos duros.
(5) Perdóname, Jesús, por buscarte sin querer
encontrarte, con un temor inadecuado o con rebeldía; pensándote lejos cuando
estabas cerca y yo perdida en mi misma, en el mundo.
Cuando venía al río con mi prima Esther;
andar por las piedras río adentro era una alegría. Camino por el agua y voy con
preocupación, hasta que recuerdo que eres Tú quien abre el camino. Qué tiempos niños
aquellos recorriendo al río; mi padre terreno risa y risa con nuestra osadía.
Contigo recuperaré esa osadía.
(6) Quiero adentrarme en tu amor, Amado,
comprender a quien con libertad dependo; reconocerme en las batallas a las que
en Tu ingenio me llamas.
(7) Por alguna razón quise aferrarme al mundo,
cuando tras años de parcial aislamiento entré en él. Ahora me doy cuenta que
sólo apartados de él podemos acercarnos en verdad a él de una forma distinta,
en Tú Verdad. Aunque queden silentes, desoladas las ruinas que construimos los
humanos, el río suena.
(8) Cuando converso contigo el sol nace en mí
y sobre el río. Sus rayos dan claridad al agua. Quiero que Tus cascadas nazcan
de mí el resto de mi vida.
(9) Como las ovejas llegan tranquilas, sin
pesares a pastar a orillas del río, como el becerro al trotar en el agua,
encuentro la fidelidad, la confianza. Los humanos somos inseguros, hay algo por
lo que dudamos con frecuencia. Jesús, cuidaré que mi fe sea firme, sin
divagaciones; que seguirte sea mi seguridad, mi refugio, mi cambio. Hasta el
fin de mis días corra Tu río en mi sangre. Quiero entender las notas del agua,
para adorarte.
***
(10)
Es el último día del año. Desde la banca del jardín veo los primeros brotes de
las hojas de la higuera, veo al alcatraz blanco que inclina su belleza, y
pienso en el otro jardín, el Tuyo, en mi adentro. Recuerdo algo de tu Palabra
esta mañana: somos vasijas de barro de las que brota Tu luz; la luz también
echa raíces. También llega a mi memoria
el segundo paraje de ayer en los Dinamos: el árbol caído en cuya oquedad nació
una planta y te veo en el otro jardín, en mi adentro, el que pareció desierto
en algún momento del año; sembrar plantas, árboles, flores nuevas. Te imagino
en cada taller que somos cada ser humano al que has tocado y agradezco por la
paz y la batalla que nos das; agradezco porque siento Tus manos, Tu Arte.
Agradezco por las comunidades que me has
dado: el magisterio, la creación en danza o por escrito. Somos Tuyos libremente
y esa es nuestra paz; eso es algo que quien no te conoce no entiende; nuestra
paz es pertenecerte en libertad, sabernos parte de tu Justicia, saber que lo
que Tú sabes, lo sabe el Padre y nos permite comunicarlo nuestro Espíritu. Cada
uno de los que te seguimos somos uno solo: en Tu justicia, en Tu amor, en Tus propósitos:
un solo organismo vivo. Somos vida en ese jardín; también cada año nos mueren y
nacen hojas y frutos nuevos. Gracias, porque me has sembrado en Tu jardín de
nuevo
.
30 de diciembre de 2017 (Los Dinamos) 31 de diciembre de 2017 (Jardín de la casa)