lunes, 15 de septiembre de 2014

El relojero

Le dimos vida al Tiempo,
lo desciframos con el sol
 o la arena,
 le diseñamos una caja,
una compleja maquinaria;
 lo guardamos en ella,
le nombramos reloj.

 Ha vivido en las paredes,
 en casas de madera donde habitan pájaros
 que cada hora cantan: cucú, cucú, cucú, cucú.
 Ha vivido en torres, apurando a los trenes,
 y en las iglesias.

No fue suficiente:
lo hicimos de bolsillo,
finalmente de pulso;
también una joya
con incrustaciones de cristal,
piedra o brillantes.

Algunos de ellos dan tres zonas horarias.
Por si fuera poco, en los celulares,
 allí está de nuevo la hora
como un fetiche del hombre o,
valga decirlo,
su necesidad más próxima.

El Tiempo nos define:
define la agenda,
define las citas,
el trabajo, el descanso.

Se salta a Meridiano
y pasadas doce horas
el Tiempo cambió,
Meridiano no.

Puede ser un aliado
o el peor enemigo.

El hombre inventó al Tiempo
para darse sentido
y Dios dijo entonces:
"Lo he creado a él
 que él haga lo que falta
 y si no lo hará el Tiempo"

El relojero despertó y vio que era tarde
ajustó las piezas del reloj que fabricaba,
le colocó su extensible y levantó la vista;
todos sus relojes le indicaban su retraso.

Se vistió
y corrió detrás del día
para darle manecillas
a los hombres.



Revelación del relojero. Remedios Varo.

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