A veces pienso que escribir por escribir es artilugio, ni siquiera el artificio que cuando menos asiste a su contorno verídico. El artífice sabe que le da forma a algo, el artilugio no podría terminar de definirse. Alguna vez me decían que escribiera de mis sueños:
Nunca lugares conocidos en la aparente realidad, "Los verdaderos lugares nunca están"... Así se dibujan ciertos espacios.
El sueño con amigos que te revelan algo sin recordar la revelación es un misterio de mi inconciente, o una mitomanía en la que no se sabe realmente si aquellas palabras revelaban o por el contrario buscaban librarse hasta el olvido: un mito de tan redudante insonoro. Pocas veces recuerdo lo que dicen en un sueño, cual si fueran películas mudas. Pocas palabras me llegan de allí. Es otro el lenguaje de mis sueños. Ellos se registran de acuerdo a lo sustancial. A lo que despojan, a lo que deben mantaner. Son sueños callados, discretos. Meditasueños que se quieren mundos.
Por eso otro tipo de sueño son los viajes, donde abres los ojos en un lugar determinado, lo recorres, lo habitas lo haces tuyo y emprendes el viaje de regreso al sitio de origen.
Pero acaso escribir por escribir y confluir en los sueños, o en lo que fue el viaje. He soñado pocas veces que escribo, como pocas veces escribo en el viaje; más bien luego de su cause en la cascada de regreso. Así con ambos sueños: el del viaje "terrestre", y el del viaje "nocturno".
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Antes de abrir el blog del Ánuar y ver que habías escrito, tenía la gana de escribirte un correo diciéndote que te extraño, de que aquella caminata nocturna antecedida por los tragos en la Ópera fue muy linda. El correo también expresaría mi necesidad de escucharte hablar de los siete puntos de ese mapa de la ciudad que sería tu escritura.
ResponderEliminarEspero que nos veamos pronto y platiquemos y caigamos en ataques de risa junto a los turno.
Te quiero Nati.
Tus líneas me hacen recordar una de mis primeras lecturas, tal vez nada que ver con el sueño y la escritura, o tal vez sí: "sueño con un pueblo dulce y cruel, un pueblo gato enamorado de sus garras y siempre dispuesto a poner en blanco sus ojos y sus escrúpulos. Donde nadie quiera ya proponer a nuestra ávida ociocidad las diversiones que ella no osa reclamar"... Un abrazote de pulpo y un besito de sapo.
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