martes, 24 de marzo de 2009

Octavo paraje de los días sin nombre

A Geo y las chicas de Shaktala

Camino. La tierra rojiza extendiéndose abre el paisaje de la montaña... ¿Qué se aprende en el vacío? Viví en la caverna de un bufón loco cuya meditación no sale de su sonrisa. Soy Cirro y vengo del norte. La soñé y quizá el farsante en medio de una fanfarria tenga razón en que he de contarle mi secreto ¿Quién fui? Mentírle al tal Farfán fue tan sencillo. Aquel fraude..., la ruptura con..., mi resistencia a..., mi miedo..., mi fuga hacia..., y finalmente estar aquí. Escucho una tonada oculta entre esos árboles . Me asomo. Un hombre barbudo, enflaquecido, rodeado de pájaros, silba. Su edad semeja la de Matusalén. Me mira profundamente reclamando mi ruido. Disimulo mi presencia. Los pájaros trinan y él silba igual que el trino. Parece llamarme con el ceño. Me acerco. Me siento un intruso en un paraje de silbidos.
Fiu fi fu fiu fi fu fi fi fiu fu fi. No emerge una sola palabra de sus labios. Fiu fi fiu fi fi fu fu fiu fiiiiiii.
Fiu fi fu fuifi fi fi fu fiu fi fi fiu fi fi fiiiii. Me señala haciendo remolinos con los dedos a los pájaros y repite fi fu fiu fi fu fi fi fiu fu fi. Con esto entiendo que los pájaros son sus amigos y entienden su silbido. Intento. Fu fi fi, mueve la cabeza, fiu fi fi, mueve la cabeza, fiu fi fi, mueve la cabeza. Es imposible, no me entiende. Los pájaros empiezan a silbar como yo, pero juntan cada sílaba de mi interpretación. Fu fi fi fu fiu fi fi fiu fi fi. El hombre se acerca consternado y me abraza, me abraza muy fuerte y todos los pájaros me rodean ¿Qué dije?, me pregunto. De pronto el silbido se define fi tei fi tei fiu di ti fi tei tei di ti fi fi fiu fi tei tei di ti ta fi fiu fi ta fiu ta. Aquellas nuevas sílabas parecen provenientes de otros vientos. fiu fiu tei fiu di fu tei. De pronto me imaginé a esas aves como cenzontles. Pero el viento musitó Khyung khyung... No supe si me entendían pero luego de ese abrazo supuse que lo que había dicho había sido muy significativo como para despertar la compasión de las aves. Dejaron de abrazarme y el hombre señaló una brecha que abría luz a otro camino. Me adentré. Ellos siguieron el silbido y el trino. En ese momento sólo hilé que tanto lenguaje aprendido, tantas veces no servía para nada. En ese abrazo obtuve un canto, dedicado al consuelo de mis preguntas. Y no hizo falta más. Sigo el camino y más adentro percibo un claro de agua. Dos amantes juegan desnudos, risa y risa, sin palabras. No les hacen falta. Las olvidaron también. Sólo las miradas y la risa; la risa, el enlace de los cuerpos. Sigo, no deseo interrumpir ni llamar su atención. Tan felices ni me percatan tras la hierba. El camino se hace angosto, muy angosto, cada vez más angosto, hasta que lor árboles vuelven a abrir su tejido de hojas y entonces la veo, sentada en una roca, mirando la lejanía. Es ella.

2 comentarios:

  1. Y por fin pude leer los parajes....eso pasa por estar "ocupada" en la chamba, no hay tiempo de disfrutar las querencias de la vida y dejar entrar a los parajes que nos compartes....alter egos sí que hay en los parajes, pero ¿que sería de nosostros si la escritura no nos liberara de nuestras pesadumbres? De pronto sería reparador despertar en un paraje sin nombre para descontaminarme de este mundo terrenal y material.......estas lecturas me desconectan o más bien me conectan con tus parajes....besos

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  2. Esta frase me está zumbando en las mientes, querido escritor: "En ese momento sólo hilé que tanto lenguaje aprendido, tantas veces no servía para nada". Ojalá dedique una entrada a esa frase. Me encantaría.

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