lunes, 21 de diciembre de 2009

Parasoledaje 2

Me di cuenta de que lo de los parasoledajes no iba bien cuando subí al avión con destino a Mérida y comencé a hojear una revista que había comprado en el aeropuerto. A quién se le ocurre salir de casa con tres horas de anticipación y no llevar libro, como ya había dejado mi tambache en casa de mis tíos no pensé en que hiciera falta llevar más a la vuelta, craso error. El caso es que casi al final de la revista hallé un suplemento titulado Parasoledaje, me dije que no era posible. La primera vez que leí sobre parasoledajes fue en una revista de ciencia llamada Pasaje Científico de corto tiraje y que el amigo José había llevado a una fiesta; en ella se hablaba del fenómeno del parasoledaje como un doble juego del inconsciente, podía ser tanto un hermoso paisaje derivado de la fuga de una calle cualquiera cuya cerrada es un valle, paisaje sumamente taoísta si se le quiere ver de algún modo. La otra cara del concepto resultaba ser una especie de "locura" de aquellos que pasan por alguna crisis interna y se pierden en su mente buscando lo que sea que pueda dar solución a su problema y que generalmente pretenden buscar fuera de ellos mismos. Estas personas hablan de lugares perdidos en los cuales podrán encontrar la calma, hablan de soledad por culpa de "x" "y" o "z", en fin, la revista relaciona el parasoledaje con una especie de "ilusión paisajista"..., tanto en su lado positivo, como en el negativo.
Tomé el suplemento en cuestión, lo leí, eran testimonios de personas que habían sufrido o presenciado un parasoledaje en cualquiera de sus exhibiciones. Me quedé en reflexión un momento.

-¿Le ofrezco algo de tomar señorita?-
-¿Jugos de qué tiene?-
-Tomate, manzana, naranja-
-Jugo de manzana por favo-r
-Aquí tiene-
-Gracias-

Bajé del avión. El aterrizaje fue brusco. Cuarenta minutos de retraso.
Llegando al carro de mi prima cayó el chubasco. Y bien, empezaba la segunda parte de mis vacaciones decembrinas. El valle de la Ciudad de México quedaba en pausa..., recordaba sólo un testimonio de tres líneas.

-La calle se hacía angosta, cada vez más angosta, la luz del atardecer cubría el valle y sólo vi el esplendor de un rayo de sol que por poco ciega mi vista. Anduve con los ojos entre cerrados el resto del camino. Algo me hizo detenerme al final de la calle, abajo estaba la barranca.-

Y sí, realmente todas las ilusiones son así..., como un camino que lleva a un paisaje sumamente atractivo, por el que si uno va sin pisar con atención, puede caer en alguna tranca, o peor aún: un barranco. Lo peor que le puede pasar a un fenómeno es empezar a estar en todas partes..., puede volverse común... Un parasoledaje ya es lo mismo que un resfriado común, me dije.

-¿Qué tal el vuelo? ¿No hubo mucha turbulencia?-

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