miércoles, 30 de diciembre de 2009

Apostilla a los parasoledajes

Cuando subí al avión me dije ¿Y por qué no escribir más de Mérida? Tenía fresca la platica del desayuno con Isa, mamá, Chinis y Raúl ¿Porqué no es el tema del mes, recuerdas? Me reí y me mordí la lengua. Raúl dice que hoy día ya todo es tema. Hasta una canción de Silvio Rodríguez es "Nuestro tema" y total que surgen temáticas para todo. Me quiso invadir la problemática de la teoría y sus subjetividades así que mejor respiré mis últimos segundos de Península.

¿Porqué siempre quiero hallar lo objetivo en lo que pienso si los pensamientos ya no son objetos? Y es que definitivamente en Mérida una no se siente sola.

Cerré los ojos y vislumbré el sol de los parasoledajes en la memoria ¿Y si la calle no condujera sólo al Valle? ¿Si condujera al mar y el sol formulara en él una estela impecable de dorados? Abrí los ojos. Realmente de esta secuencia sólo es real un trayecto. Podría decirlo, pero cuando uno delata la verdad de la ilusión, no importa que esté escrita, se desvanece, o se convierte en otra, todo depende del cáliz.

Sin lugar a dudas los parasoledajes han estado siempre y por ello existen. Su historia y los papeles que lo documentan también existen, del otro lado, en el paralelo.

Me pregunté que hará un historiador al leer una novela histórica, ¿separará la realidad del imaginario?

Los mundos paralelos tienden juegos para nosotros.

1 comentario:

  1. Raquel Huerta-Nava9 de enero de 2010, 22:59

    Como historiadora, me sumerjo en la narrativa, si esta es buena y sobre todo, si la investigación histórica es válida, entonces es estupenda. Si hay errores históricos automáticamente el lector historiador comenzará rechazar el texto por sus inexactitudes. Pero si no existen inexactitudes entonces el relato cobra mucha mayor fuerza y veracidad. Se vuelve un mundo paralelo en verdad.

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